- El tiempo que pasan los menores en redes sociales ha aumentado en torno al 100% durante la pandemia, llegando hasta un 200% en meses de confinamiento, según datos de Qustodio.
- Es necesaria la colaboración entre centros educativos, menores y familias para equilibrar el pujante peso que han adquirido las plataformas online en nuestras casas.
Cada año, el segundo martes de febrero comienza la Semana de Internet Segura, fecha que cobra una especial relevancia en un contexto de pandemia que ha impulsado la aceleración digital de un gran número de sectores.
Los confinamientos y la concentración de la actividad educativa, laboral y de ocio en los hogares han transformado estos espacios, hasta entonces solo reservados al ámbito privado, con la consecuente necesidad de cambio de las normas que marcan la convivencia familiar.
Bajo el lema “Juntos por un internet mejor”, el mensaje de la Semana de Internet Segura no arroja dudas sobre la necesaria colaboración entre centros educativos, niños, jóvenes y familias para armonizar esas tres esferas bajo el mismo techo y equilibrar el pujante peso que han adquirido las plataformas online en nuestras casas.
Según un informe elaborado por Qustodio, plataforma de seguridad y bienestar digital para familias, el tiempo que pasan los menores en redes sociales ha aumentado en torno al 100% durante la pandemia, llegando hasta un 200% en los primeros meses de confinamiento.
En este contexto de cambio, el British Council, que cada año trabaja en España con 13.000 niños y jóvenes, ha elaborado un decálogo que las familias pueden tener en cuenta para conciliar la actividad online e intimidad de nuestros hijos, y favorecer así la armonía del hogar.
- Limitar el tiempo online, pero diferenciando. Siempre hemos mantenido que hay que limitar el tiempo que los menores están frente a la pantalla pero, ¡ojo!, hay que tener en cuenta que las clases online no entran en este cómputo. Los beneficios que aporta el poder seguir asistiendo a clase aun estando confinados han sido ampliamente demostrados, no solo a nivel educativo, sino también de desarrollo y de bienestar emocional.
- Flexibilidad en el contacto con los amigos. Si queremos que nuestros hijos sigan manteniendo sus amistades, a menudo no hay más opciones que el formato online. Debido a las restricciones, una conversación por Messenger con un amigo, mensajearse por WhatsApp o por Instagram puede ser la única forma de contacto. Por ello, debemos ser más condescendientes. Y para tranquilizar a los padres, ahora observamos que cuando los menores se encuentran físicamente con sus amigos utilizan menos el móvil que antes. Por tanto, incluso con los más pequeños, los canales digitales son una buena vía de comunicación en tiempos de confinamiento.
- Videojuegos, una nueva forma de socializar. Cada vez más, los videojuegos en línea reemplazan al ‘jugar juntos’. Debemos distinguir aquellos juegos en los que nuestros hijos están solos o cuando contactan con amigos. Si se trata de estos últimos debemos, de nuevo, ser algo más flexibles, ya que les es permite mantener el necesario contacto social.
- El “postureo” y la construcción del “yo”. En estos meses estamos observando cómo los jóvenes emplean fotos con filtros y se arreglan para hacerse una foto, como si de salir de casa se tratara. A falta de una “vida real”, el postureo reemplaza los mecanismos para impactar al otro y todo, por supuesto, a cambio de unos “likes” (cuanto más, mejor). Como madres y padres, debemos buscar huecos para el diálogo con nuestros hijos y no oponernos en rotundo a estas nuevas formas de expresión. Resulta especialmente importante transmitirles confianza y dejar la puerta abierta para que puedan compartir con vosotros cualquier problema.
- Gestión de la Intimidad, en función de la edad. El concepto intimidad es otro que ha adquirido una nueva dimensión, ahora que todos los miembros de la familia estamos en casa. Todos necesitamos un espacio donde poder estar solos, y hay que favorecer que esto ocurra.
Con los pequeños, debemos procurar que sea un rato de juego sin internet (coches, legos, muñecas, etc.), para que no pierdan el hábito de jugar y estar solos.
Con los preadolescentes, hay intentar que el juego online siga teniendo lugar en un lugar visible y en un tiempo donde podáis monitorizarlo.
Con los adolescentes ya mayores, debemos intentar respetar esas charlas con amigos y amigas sin entrar en el cuarto. Esas conversaciones “no siempre aptas para padres” han tenido lugar siempre, con la diferencia de que ahora las oímos. Si escuchamos algo “inapropiado”, antes de intervenir hay que valorar si es parte de “ese postureo” o proceso de aceptación por parte del grupo, o si realmente nuestros hijos se encuentran en peligro (algo que no ocurre con demasiada frecuencia). - Educar siempre. Independientemente de la edad de nuestros hijos, debemos llamarles la atención cuando se comportan de manera inapropiada (no escuchan a los profesores o atienden, emplean tacos etc.). Debemos, eso sí, hacerlo cuando no estén delante de la cámara: es mucho más efectivo si esperamos a que los demás no les vean ni oigan, y nuestros hijos agradecerán esa muestra de respeto hacia su imagen en público.