Por Gillian Craig

28 septiembre 2017 - 13:50

Cursos de inglés para niños, jóvenes y adultos

Los padres y los profesores seguimos ciertos principios cuando actuamos como tales, y a menudo coinciden, al menos en parte, por lo que vamos a ver cómo reconocer y potenciar esas áreas en la etapa de educación infantil.

Haced preguntas (pero que sean adecuadas)

Un día, poco después de empezar el curso, mientras mi hija salía de la guardería, le dije: “¿Qué has hecho hoy en el cole?”. Y me contestó: “He estornudado”. Me di cuenta de que si quería sacar alguna información útil sobre lo que había hecho en clase tendría que cambiar la forma de plantear mis preguntas.

Aun en el caso de mi hija, que solo tiene dos años, es natural interesarse por lo que han hecho nuestros hijos en el colegio, si bien otros padres con más experiencia no habrían formulado una pregunta tan general para empezar la conversación. Queremos saber que están contentos y se han adaptado bien, y que están aprendiendo. Es una buena estrategia hablar con ellos inmediatamente después de clase, cuando lo tienen todo fresco y nos encontramos aún en el entorno de la escuela.

Igualmente, los dibujos de los niños pueden dar pie para preguntarles: “¿Qué (o a quién) has dibujado aquí?”, “¿Qué colores has utilizado?”, “¿Cómo lo has hecho?”, “¿Te lo has pasado bien pintando?”, “¿Qué otras cosas te han gustado hoy?”, “¿Con quién has jugado?”…

Los profesores también deseamos que nuestros alumnos reflexionen sobre las clases pero, especialmente con los niños más pequeños, se trata de una habilidad que tienen que aprender. Siempre es buena idea reservar unos minutos al final de la clase para preguntarles qué les ha gustado más, o qué les ha ayudado, y mejor todavía si lo acompañamos de un “¿Por qué?”.

En educación infantil, facilitar a los niños imágenes que ilustren sentimientos (divertido, emocionante, interesante, fácil, difícil, aburrido, etc.) suele ayudarles a dar una respuesta. También las manualidades o los cuadernos de actividades pueden ser útiles para animarles a reaccionar. Esa reflexión pasará a ser personal si se refuerza este hábito, dando así a los niños la oportunidad de reconocer el valor de las actividades que han realizado.

Reforzad el comportamiento deseable

Las clases de infantil deberían incluir temas y valores que se consideran deseables en general ―frente a cuestiones culturales más específicas―, como compartir, ayudar a los compañeros, pedir perdón y perdonar, compensar a otro por el daño causado, aceptar a los demás, trabajar en equipo, respetar los turnos y ser educados.

En el aula, es fácil desarrollar actividades donde haya que turnarse y compartir, y que favorezcan una actitud educada y cooperativa, pero el maestro tiene que ayudar y animar a los niños a llevarlo a cabo. Para los padres, dejar que vuestros hijos hablen educadamente con los vendedores de los comercios a los que entréis o con las personas con las que coincidáis en el ascensor o en un restaurante es un buen modo de ponerlo en práctica en un contexto real. Otra manera de afianzar extraordinariamente este proceso es fomentar el comportamiento positivo cuando jueguen con sus amigos o pidan algo.

Son conductas que los niños no aprenden de forma automática, pero que resultan esenciales para convertirse en adultos equilibrados. Si empezamos pronto y las reforzamos tanto dentro como fuera del aula, darán sus frutos en el futuro.

No pongáis calificaciones

Este es un aspecto de la educación infantil que puede resultar difícil de comprender para algunos padres en función del contexto educativo en el que hayan vivido. En muchos países, se evalúa y se compara a los niños con respecto a los demás simplemente para acceder a la escuela infantil. Pero nunca se nos ocurriría ponerles nota a nuestros hijos en casa.

A cada niño se le dan bien una serie de cosas, aunque a primera vista puedan no ser evidentes todas ellas. Si no se le evalúa, podrá desarrollar sus habilidades y probar otras nuevas en un ambiente relajado y natural. Asimismo, los docentes podremos pasar más tiempo de calidad ayudando a los niños a desarrollar esas habilidades sin la presión de tener que ponerles una nota.

A la hora de preparar las clases debemos tener en cuenta a todos nuestros alumnos y sus distintas necesidades. En cada grupo existirá una diversidad de estilos de aprendizaje e inteligencias múltiples. Los niños descubrirán que el movimiento, la lectura, la escritura y otros elementos visuales y auditivos les ayudan a aprender, y cada uno los combinará de una manera, que con el paso del tiempo puede ir variando.

A medida que adquieran nuevas habilidades y conocimientos, desarrollarán nuevas formas de resolver los problemas y de aprovechar al máximo las actividades. Igualmente, si en casa les proporcionamos materiales y juguetes variados les daremos ocasión de experimentar distintos modos de aprender.

La cuestión de la confianza es capital. Si los pequeños pueden utilizar el inglés de manera divertida, creativa e incluyente, seguramente tendrán más posibilidades de aprender contentos y seguros de sí mismos, y en el futuro no considerarán el inglés como un obstáculo que deben superar o una asignatura cualquiera que tienen que estudiar.

Profesora con alumno de infantil
©

British Council

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Aplaudid sus fortalezas, pero también el esfuerzo

Los elogios pueden ser una cuestión complicada. Padres y maestros tendemos de forma natural a animar con ellos a los niños y a inculcarles un sentimiento positivo cuando consiguen algo, pero muchas veces los expresamos de un modo demasiado genérico, del tipo de “¡Muy bien!” o “¡Buen trabajo!”, y en el aula, además, tendemos a reservarlos para los logros académicos. Aunque nuestras alabanzas sean en sí alentadoras, pueden resultar mucho más efectivas si las relacionamos con acciones más específicas.

Una manera de hacerlo es mencionar explícitamente lo que ha hecho bien el niño, como compartir, seguir instrucciones, ayudar a un compañero, dar una respuesta correcta o cantar bien. Esto le enseñará que el maestro o los padres aprecian ese aspecto concreto, y al mismo tiempo lo reforzaremos como deseable y servirá de ejemplo a los demás.

Otro aspecto que debemos tener en cuenta pero que suele pasarse por alto es el del esfuerzo. Para los niños pequeños, este es al menos tan importante como el resultado. Si alabamos el esfuerzo realizado estaremos demostrándoles que les apoyamos en todo el proceso y que estamos atentos a sus pequeños logros. No olvidemos que tampoco los adultos hacemos las cosas igual de bien, pero aun así el esfuerzo tiene un valor.

Cultivad la relación entre padres y maestros

La relación entre padres y maestros puede reportar numerosos beneficios para ambas partes, pues tanto unos como otros son testigos de excepción del desarrollo de la personalidad de los niños. Así, los docentes pueden contar a los padres cómo se encuentra el niño en el aula, y qué fortalezas y habilidades han ido descubriendo en él a través de las diversas actividades. Pueden mantenerlos informados sobre el programa de estudios y sobre aspectos concretos que no será difícil reforzar en casa. Los padres, por su parte, pueden abordar valores como ayudar a los compañeros, por ejemplo, mediante libros, dibujos animados o canciones, o bien representándolos a modo de teatro con los juguetes o quedando con otros niños para jugar.

Lo más efectivo es que maestros y padres hablen cara a cara, aunque enviar de vez en cuando avisos o comentarios breves a los padres a través del correo electrónico puede ayudar a mantener viva la relación y facilitar un intercambio de opiniones más significativo. La relación será más equitativa si se mantienen abiertas las vías de comunicación para atender dudas, peticiones o comunicaciones de los padres, de modo que la información no discurra en un solo sentido, como suele pasar.

Por último, una de las formas más destacadas de desarrollar y mantener una buena relación entre padres y docentes es, sencillamente, mostrando aprecio mutuo. Si los niños ven cómo unos y otros se dan las gracias, se reforzará el aspecto cooperativo. Igualmente, es bueno tratar de que los niños se acostumbren a dar las gracias a sus maestros, así como que estos les den también las gracias siempre que resulte oportuno.
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(Este artículo fue publicado originalmente en inglés en nuestra revista digital Voices).

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