Por Almudena Díaz

28 agosto 2017 - 15:33

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Cristina (de rosa) ultima con una compañera su proyecto de robótica.

Es verano, pero cada día el despertador suena temprano para Cristina Hidalgo, alumna de 10 años de nuestro campamento de verano de Somosaguas. Aunque reconoce que le cuesta madrugar también en verano, admite que “estoy disfrutando mucho porque aprendo un montón y me divierto con las actividades y mis compañeros”.

Los campamentos se están convirtiendo en una alternativa muy atractiva para las familias que quieren que sus hijos aprovechen las vacaciones para mejorar su nivel de inglés. Según datos del Barómetro del CIS, el  64,2% de los españoles consideran que el aprendizaje de idiomas extranjeros tiene "mucha importancia" y un 80 % elige estudiar inglés.

Cuando la opción de una estancia en el extranjero se descarta, las familias se inclinan cada vez más por programas flexibles, tanto en la forma de contratación, como en el planteamiento. Los tradicionales cursos de un mes van dejando paso a otros de duración variable (una semana, dos o las cuatro), en los que el transporte, las comidas y actividades extra que cubren parte de la tarde son también opcionales para las familias.

Si hablamos de contenido, los enfoques prácticos, estimulantes y efectivos le han ganado la batalla al anquilosado concepto de clase magistral, en el que el profesor habla, manda deberes y prepara exámenes para los estudiantes. Así lo apunta Frank O’Connor, responsable de varios centros del British Council en Madrid: “hablamos con padres y alumnos y vimos que había una demanda creciente de cursos menos académicos, en los que los niños y jóvenes tuvieran una experiencia diferente a la que habían vivido el resto del año”.

Con esa tendencia en mente, el verano pasado arrancaron los nuevos campamentos de verano de Somosaguas (Madrid) y Segovia que el British Council ha diseñado para niños y jóvenes de entre 5 y 17 años. Una nueva forma de entender el aprendizaje del inglés, que atrajo a cerca de 600 estudiantes en su primera edición.  

Fuencisla Roca de Togores, madre de tres alumnos de diferentes edades, explica que se decantaron por esta opción “porque las clases son mucho más interesantes, divertidas, lúdicas, sobre todo el hecho de que no tengan que llegar por la tarde a casa y ponerse a hacer deberes también en julio”.

Escuchar, comunicarse y asumir retos 

Estudiar la lista de verbos irregulares, hacer ejercicios de gramática y memorizar las expresiones que escribe el profesor en la pizarra no es el método soñado para ninguna clase de inglés.

¿Qué ocurre si en lugar de esto los alumnos fabrican un robot, interpretan una canción escrita con sus compañeros o juegan a  promocionar Marte como nuevo destino vacacional de los terrícolas? Que, excepto que el lenguaje empleado sigue siendo el inglés, la predisposición de los niños y jóvenes hacia el aprendizaje cambia.

“Hemos aprendido un rap de los planetas que interpretamos en parejas y les cantamos a nuestros padres al llegar casa”, explica Cristina cuando le preguntamos por las actividades que más le divierten.

En los campamentos del British Council no se sigue ningún libro. Durante las cuatro semanas que dura el curso de primaria al que asiste Cristina, se desarrollan cuatro temas (Water and Earth, Fire and Earth, Summer and the city y Space), en torno a los que se plantean todas las sesiones. 

En ellas se incita a los niños a Inventar (con actividades de robótica), Crear (con sesiones de manualidades y teatro), Imaginar (trabajando con historias), Descubrir (experimentando con la ciencia) y Moverse (practicando deporte y yoga). 

Los lunes de cada semana se presentan los temas y el vocabulario que los niños pueden emplear en las diferentes actividades y, cuando llega el viernes, participan en concursos con los que consolidan las palabras aprendidas y descubren otras nuevas. 

El programa de actividades varía en función de la edad y el nivel de inglés de los estudiantes. En primaria la clave es perder la timidez, mientras que en secundaria se hace hincapié en la consolidación de los conocimientos. Los cursos para mayores de 15 años combinan sesiones prácticas y talleres de tecnología, cine o teatro en las que innovan, crean y se expresan en inglés. También hay opciones para los que quieren certificar su nivel y prepararse los exámenes de IELTS y Cambridge.

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La hora del recreo es el momento ideal para divertirse con los compañeros.

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Enseñanzas más allá del idioma

Este enfoque, basado en la realización de proyectos grupales, tiene ventajas que trascienden el mero aprendizaje del idioma y ahondan en el desarrollo de habilidades básicas para cualquier persona, como el pensamiento crítico, la capacidad de comunicarse, la autonomía o la creatividad.

Jenny Durham, profesora del campamento de verano, destaca la importancia del trabajo en equipo, gracias al que los jóvenes adquieren soltura argumentando sus ideas ante sus compañeros, presentándolas en público y llegando a acuerdos que les permiten finalizar las tareas. “No nos centramos solo en el inglés, sino en las capacidades que les permiten disfrutar y realizar actividades en esta lengua”, afirma.

La evolución en todas estas habilidades se refleja en el informe que los profesores entregan a los padres. Además de esto, las familias tienen la oportunidad de participar en el aprendizaje de sus hijos y de ser testigos de sus logros. “Cuando concluyó la primera quincena del curso invitamos a los padres a que nos visitaran; la experiencia fue muy gratificante para todos. Fue genial comprobar lo que los chicos son capaces de hacer, en inglés y en tan poco tiempo”, explica O’Connor.

Convertir las clases en una experiencia más amplia, capaz de conectar con los intereses de los alumnos y de motivarles a buscar nuevos, genera beneficios más allá del conocimiento del idioma. “Están entusiasmados. Cuando llegan a casa te cuentan qué han hecho, cómo lo han hecho y se les ve mucho más sueltos hablando con el profesor y entendiendo lo que les dice”, concluye Fuencisla.

Cuando le preguntamos a Cristina si cree que el inglés que está aprendiendo puede ayudarle en el futuro, nos cuenta que se imagina usándolo en casa y en el trabajo porque “me gustaría ser profesora; enseñar y ayudar a las personas a comprender las cosas que no conocen, como hace Jenny con nosotros en clase”. 

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