Varios son los motivos por los que Juan Margalef empredió su viaje a Famelab el año pasado. Tras seguir muy de cerca la participación de su amigo Álvaro Sahún en la edición anterior, también se sentía atraído por la divulgación y pensó que podría ser una experiencia que enriquecería su labor como investigador en el grupo Field theories and statistical mechanics de la unidad asociada de la Universidad Carlos III de Madrid y el Instituto de Estructura de la Materia (IEM) – CSIC.
Aprovechamos que la recepción de solicitudes para Famelab 2019 concluye el 31 de enero para charlar con Juan sobre su experiencia en el certamen, sus sueños y visión de la vida.
¿Cuál es el mayor aprendizaje de tu experiencia en Famelab?
-Han sido muchos... lo primero, que hay muchas maneras de contar las cosas y que siempre se puede mejorar. Me han dado consejos tanto mis compañeros como el triunvirato Gonzalo, César y Dani. También he aprendido muchos trucos y técnicas de comunicación que me resultarán muy útiles, tanto en charlas divulgativas, como en conferencias científicas e incluso en mis clases. Pero, sin duda, con lo que más contento estoy es con la amistad de mis compañeros, con los que he convivido estrechamente. Es gente apasionada por la divulgación y seguro que haremos muchas cosas juntos.
Homenaje a Preguntas y Catástrofes, tu monólogo ganador en la final española. ¿Cuál es la pregunta más difícil que recuerdas y la peor catástrofe que puedes imaginar?
-La peor catástrofe sería sin duda... ¡que nos quedásemos sin preguntas! Sería algo horrible porque se habría agotado nuestra imaginación, nuestro deseo de conocimiento y nuestro afán de llegar más allá.
En cuanto a la pregunta más difícil, se me viene a la cabeza "¿y eso para qué sirve?". Es una pregunta a la que nos solemos enfrentar sobre todo los investigadores de ramas más puras, tanto de ciencias como de humanidades, y que no tiene una respuesta sencilla. En primer lugar porque la persona que la hace muchas veces ya viene con una respuesta preconcebida: "para nada". Pero nuestra labor es cambiar esa visión tan cerrada y cortoplacista por otra más global y positiva. Además, eso se puede hacer de muchas maneras dependiendo de la actitud de la pregunta.
A mí a veces me da por contestar con otra pregunta "¿para qué sirve la música?". Claramente podríamos vivir sin ella pero no querríamos. Nos aporta algo que no siempre sabemos explicar, y tampoco se conoce la clave para crear una canción magnífica. Normalmente dentro de un disco hay una muy buena, otras normales y alguna de relleno. Pues bien, la ciencia es muy parecida: nunca sabemos qué investigación va a ser la buena, no sabemos cuándo o por qué daremos con un gran descubrimiento y seguramente en el camino nos equivocaremos muchas veces, pero los investigadores tenemos todos un deseo por ir más allá, por aprender y por crear algo nuevo. El ser humano tiene la necesidad de responder preguntas y por eso es esencial saber cuáles hacerse.
Otra posible respuesta es poner ejemplos históricos de investigaciones básicas que ahora tienen un gran impacto en nuestra vida. Internet nació en el contexto de un experimento de física teórica, el CERN. Las antipartículas, algo que se teorizó sin saber muy bien qué eran, se usan diariamente en los PET de los hospitales. Los GPS necesitan tener en cuenta los efectos de la relatividad general para ser tan precisos. Y así muchos más ejemplos. En definitiva, lo importante no es centrarse en el para qué sirve algo concreto, sino en para qué sirve la investigación en general.
¿Cómo explicarías a un niño de 10 años cómo contribuye a la sociedad tu labor de investigación?
-Con el ejemplo de internet que he comentado antes. También le mencionaría que los móviles usan semiconductores, que se empezaron a estudiar a principios del siglo XX y que hace falta entender la cuántica para entender cómo funcionan.
¿Cuál dirías que ha sido hasta el momento el mayor acierto de tu carrera?
-Sin duda la elección de mis directores de tesis: Fernando Barbero y Eduardo Villaseñor. Ambos son físicos y matemáticos, por lo que nuestra sintonía es máxima. Además, tenemos una relación personal fantástica y científicamente son lo mejor que hay en España. Y bueno, los resultados nos han acompañado con varias publicaciones de alto impacto y mucha presencia en congresos nacionales e internacionales.
¿Qué meta te gustaría cumplir a diez años vista?
-Diez años es muchísimo tiempo, y más en estos tiempos de incertidumbre. Me gustaría estar en una universidad dando clase, investigado y, por supuesto, haciendo divulgación.
¿Qué libro, película o serie recomendarías a un amigo que quisiera entender tu pasión por la ciencia?
-Cualquier cosa de Isaac Asimov. Tiene algunos de divulgación maravillosos como El electrón es zurdo y otros ensayos científicos o novelas de ciencia ficción que me chiflan como Yo, Robot o la saga Fundación.
¿Una cualidad de la que carezcas y que te resulte especialmente inspiradora en otras personas? ¿Y una virtud de la que hagas gala?
-Creo que cada uno tiene su estilo y me gusta fijarme en las cosas buenas que tiene cada persona. Algunas las intento incorporar, pero otras son simplemente buenas para otros y no encajan necesariamente en mi forma de ser y de actuar. Dicho esto, no se me ocurre nada que me resulte tremendamente inspirador. La virtud de la que más hago gala supongo que es mi temple y tranquilidad. No me pongo casi nunca nervioso y eso se nota, da confianza y seguridad en uno mismo.
Despídete con una frase que resuma tu filosofía de vida.
-Voy a hacer un poco de trampa y voy a poner una tira de Calvin and Hobbes que me encanta y resume una parte de mi filosofía. Junta la amistad con el placer de disfrutar de la vida.