Con motivo de la celebración del III Wellbeing Weekend el 10 de marzo, conversamos con una de las ponentes invitadas, María Jesús Álava. En línea con su ponencia del sábado, la experta reflexiona sobre los riesgos de una excesiva permisividad en la educación de nuestros hijos. También nos ofrece algunas pautas para favorecer su inteligencia emocional desde pequeños y no caer en la trampa de la sobreprotección.
1. En su ponencia del Wellbeing Weekend hablará sobre la importancia de que los padres pongan límites a sus hijos. ¿Cuándo comienza esta tarea? ¿Cómo se puede ir adaptando en función de la edad de los menores?
-Esta tarea empieza desde que los niños son bebés. Es crucial que desde muy pequeños les enseñemos que sus conductas deben tener unos límites muy claros, unas normas específicas que les ayudarán a situarse, a centrarse, y que les darán estabilidad.
Recordemos que los niños exploran, indagan, observan, analizan… y buscan esos límites por parte de los padres, para saber hasta dónde pueden llegar. Necesitan saber lo que los adultos aplauden, lo que fomentan, lo que tratan de limitar, etc.
Es clave que sepamos lo que les podemos pedir a los niños desde que tienen meses. Cada edad tiene unas características singulares; por eso, en el libro El NO también ayuda a crecer, expongo pautas muy concretas desde que nacen. Al principio lo hago de tres en tres meses y después ya de año en año. Los cambios en esas edades son muy rápidos y es crucial adaptarse a la evolución que van teniendo los niños.
2. Si queremos favorecer determinadas conductas en nuestros hijos, ¿es conveniente centrarnos en la tradicional estrategia de castigo o hay que desarrollar también un sistema de recompensas?
-El castigo es poco eficaz con los niños; sirve para que dejen de hacer determinadas conductas, pero no es útil para implantar otras nuevas.
Si queremos favorecer otras, utilizaremos mucho más los refuerzos, los estímulos novedosos, la recompensa, la potenciación de aproximaciones sucesivas, etc. Los niños responden mucho mejor ante los refuerzos que ante los castigos.
3. ¿Sobreprotección e insatisfacción son términos relacionados cuando nos referimos a la educación de nuestros hijos?
-Suelen ir unidos de la mano. La sobreprotección es uno de los peores errores que podemos cometer en la educación de nuestros hijos. Si les acostumbramos a obtener todo a cambio de nada, empiezan por no darle valor a las cosas y terminan por no otorgar valor a las personas.
Los niños valorarán mucho más aquello que se tienen que ganar, que les supone un esfuerzo, por lo que han luchado y trabajado para conseguirlo.
Efectivamente, la sobreprotección crea una insatisfacción permanente en los niños, que empieza ya desde las primeras edades.
4. ¿Existen actividades cotidianas a través de las que podemos favorecer la reflexión de los menores? ¿Cuál debe ser el papel de las familias?
-Claro que existen, y las tenemos en nuestro día a día: no hay que crear situaciones artificiales para trabajar y favorecer la reflexión de los menores. Tampoco tenemos que esperar a que los niños crezcan y se hagan mayores para comenzar a trabajar la inteligencia emocional.
Las competencias emocionales se pueden desarrollar y favorecer desde el nacimiento, y están en la base del funcionamiento del niño pequeño y del adolescente posterior.
No nos enfrentemos inútilmente a los niños. Aprendamos a observarlos y ellos nos dirán lo que necesitan, lo que esperan de nosotros y lo que debemos hacer.
Favorezcamos su reflexión intentando que piensen lo que hacen cada día, dándoles lo que necesitan para desarrollar su pensamiento, señalándoles los aspectos claves de las distintas etapas, proporcionándoles pautas y orientaciones muy claras. Pero, sobre todo, estando con ellos, acompañándoles en su desarrollo, ayudándoles a resolver sus preguntas, sus dudas, sus quejas y sus frustraciones. Estaremos a su lado sabiendo las transformaciones que experimentan en las distintas etapas, no cayendo en sus provocaciones y recordando siempre que lo más insustituible es nuestra presencia.
5. Los cambios educativos que se producen en los hogares tienen un reflejo en el comportamiento de los menores en los centros. ¿Qué iniciativas favorecen el correcto funcionamiento del binomio profesores- familias?
-Sin duda, la vivencia que los niños tienen en sus familias les influye en su forma de ser, de comportarse y de analizar la vida. Es cierto que los niños, desde muy pequeños, son unos observadores extraordinarios, y son capaces de adaptar su conducta a lo que ven en casa y en el colegio. Algunos niños pueden llegar a tener un comportamiento exquisito en el centro escolar y, por el contrario, ser muy tiranos en casa, si observan que sus padres no les ponen unos límites claros. Por ello, el principal equipo que puede ayudar a los niños en su desarrollo es el formado por padres y profesores.
Cuando el niño observa que la interrelación y la comunicación entre padres y profesores es constante, se siente muy bien; no tiene que estar probando hasta dónde puede llegar en cada medio y trata de adaptar al máximo su comportamiento en casa y en el colegio.
Recordemos que para los niños sus principales adultos de referencia son sus padres y sus profesores. Son las personas que más influencia tienen para ellos, quienes más les pueden ayudar; por eso, uno de los principales problemas que pueden experimentar es cuando observan que no hay una buena comunicación, o que los mensajes que recibe son contradictorios.
6. Si tuviera que desarrollar la receta de ‘una buena educación’ y solo pudiera emplear cinco ingredientes, ¿cuáles elegiría?
-Capacidad de observación, reflexión y cuestionamiento.
-Respeto hacia uno mismo y hacia su entorno.
-Esfuerzo continuado.
-Compañerismo.
-Generosidad.